Parte II

EUSKAL-ESNALEA. 1’go urtea, 1911 – Ilbeltza – 30, 2’g. zenbakia: 17-24.

El euskara en Sarasaitzu
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(Conclusión)

Existe, entre los repliegues del excelso Pirineo, allá donde las nieblas, el rocío y la perenne humedad de los bosques tiñen á las praderas de un verdor delicado, vivo é inagotable, comparable al famosísimo de la céltica Erinn, un valle, de Salazar (Saraitzu) denominado, cuyas villas de Ochagabia (Otsagi), Itzaltzu, Jaurrieta (Eaurta), Esparza, Ezcaroz, (Ezkarotze), Oronz (Orontze), lbilcieta (Ibizta), Sarriés (Sarze), Güesa (Gorza), Ripalda (Errepalda), lgal (Igari), Izal (Itzalle), Iziz (lzize), Gallués (Galoze) y Uscarrés (Uskartze) se asientan en el llano, en medio de sinuosos, frescos, límpidos y juguetones arroyuelos. Allí habita honrada gente de hombres despabilados, fornidos y trabajadores, de mujeres buenas y hermosas. La carta de San Eulogio al Obispo de Iruña Wilesindo, contiene la primera mención de uno de esos Pueblos; nombra á Jimeno, Abad del Monasterio Igalense. El proemio del Venerable Fuero General mete á Salazar en el número de los territorios que no ocuparon los Moros y de las montañas donde «se alzaron muyt pocas gentes et diéronse á pié faciendo cavalgadas, et prisiéronse á cavayllos, et partiéronse los bienes á los más esforzados...» Y quien dice que en Salazar no hubo musulmanes, dice también que ni Godos, ni Romanos, ni Fenicios: que aquella salacenca, es casta de limpia é incontaminada estirpe euskaldun, pura como las nieves resplandecientes del Orhi, trono de la Maitagarri pirenaica, desde donde bajan resplandores de inmortal belleza sobre las garridas Unayas del valle.
Parece que la naturaleza construyó allí un inexpugnable reducto para el Basko y sus cosas. Cíñenle por todas partes altas montañas de mil doscientos, trescientos, cuatrocientos y quinientos metros de altura; por aquellas comarcas yerguen sus indomables cabezas Aldasudurra, ldungaztelu, Udi, Zolatapea, Arazamendi, Zamainburua, los picos de Abodi, y otros cien gigantes. La entrada es angosta; un portillo, un desfiladero, una foz, abierto en la roca por la invencible pertinacia de las aguas, dispuestas siempre á envolver entre sus bullentes ondas el cuerpo machacado de los invasores. Una carretera le atraviesa, servida por los correspondientes caminos vecinales, auxiliares, una y otros, del mero tráfico local. Allá no hay ferrocarriles, ni tranvías, ni paso de automóviles; el forasterismo y el turismo no tienen ocasión de proclamar con sus monedas los beneficios del exotismo. Industriosos los habitantes, con sus propios recursos cubren sus necesidades de alimentarse, vestirse y alhajarse. ¿Cómo hemos de maravillarnos de que allá se conserven costumbres antiguas, bailes antiguos, trajes antiguos y convicciones antiguas? porque los salacencos, al revés de sus vecinos del Este los ronkaleses, y de los del Oeste los aezkoanos, son carlistas, conservando la misma posición política que adoptaron el año 1825 al levantarse contra los constitucionales. Parece un país del todo consagrado a la tradición. Mera apariencia, señores; ese tradicionalismo tan firme á trechos, presenta una enorme resquebrajadura, una profunda grieta en la tradición más importante, discurriendo desde el punto de vista meramente humano, de cuantas atesorar puede el alma de un pueblo: la tradición del idioma.
El valle de Sarasaitzu habla una variedad importante y curiosa del dialecto bajo-nabarro oriental. Carece de literatura escrita, y fuera de las localidades mismas, únicamente puede estudiarse en los cuadros del verbo y el Catecismo de Astete, publicados por el P. Bonaparte, y en una versión de mi Orreaga. El año de 1866, el Príncipe Luis Luciano no halló en Uscarrés (Uskartze), que es el pueblo más meridional del valle, ninguna persona conocedora del baskuenze; en cambio le hablaba la mayoría del pueblo de Racas alto, perteneciente al distrito municipal de Navascués (Nabazkotze). Pero en los demás pueblos del valle se hablaba entonces, y aún se habla ahora, el uskara (como dicen los salacencos) por todas las personas mayores. Y en Ochagabia notó el Príncipe la misma costumbre y debido á causa análoga que observó en Ronkal (Erronkari); ó sea, que los hombres hablaban entre si el castellano y con las mujeres el baskuenze, primer síntoma grave de la postración y ruina subsiguientes. Débese ésta más temprana erdarización de los hombres á que muchos salacencos bajan anualmente á la Ribera en su penoso y peligroso oficio de almadieros, ó á calidad de trujaleros. ¡Esta si que es notable paradoja sociológica, señores! Ni en Sarasaitzu, ni en Erronkari—inútil parece advertirlo—se coge una aceituna; en cambio, existen magníficos rebaños. Pues bien, salacencos y ronkaleses bajan á la Ribera á elaborar el aceite en los trujales y á Erronkari acuden suletinos y baretones á elaborar los famosos quesos. En cambio la corriente industrial de las mujeres se encamina á Larrau y Mauleón, donde se les proporciona trabajo de alpargatería, y en esos países de lengua baskongada, ellas no se contaminan de erdera como sus hermanos y maridos, los inmigrantes al Sur.
A estas horas creo que el baskuenze se ha extinguido por completo, ó poco menos, en el hermoso valle del Ronkal. El simpático Mendigacha, á manera de majestuoso monolito, testigo de otras edades, nos trasmitió al P. Bonaparte, á Resurrección María de Azkue y á mi, las postreras reliquias, del curiosísimo sub-dialecto suletino de Ronkal, conforme se hablaba en Bidangoz. Ignoro si Mendigacha, para mí más glorioso que los granaderos de Waterloo, vive todavía: yo le envío un triste y afectuoso saludo.....
Ahora, señores, prestad atención al estado en que se encuentra el bascuenze salacenco, según noticias fidedignas que á mi han llegado. En Igal no le habla nadie, aunque pueden hacerlo los mayores de treinta y cinco años; de diez años para arriba lo entienden casi todos; pero de dicha edad para abajo no le entiende ninguno. En Esparza lo saben todos y se habla comunmente; es pueblo cuyo señor párroco exige el conocimiento del catecismo en euskara. En Ezkaroz poseen el baskuenze la mayor parte de sus naturales, pero prefieren conversar en castellano. En lzalzu, pueblo el más septentrional del valle, se marcan ya los primeros signos de la decadencia. En Ochagabia, pocos niños menores de diez años saben ya el baskuenze: con una circunstancia que da grima. Existe en esa capital del valle una escuela de párvulos, costeada, á mi entender, por fondos municipales, y la regenta una maestra, hija de la misma villa. No dicen que esa buena mujer raye á gran altura en el conocimiento del castellano; no le hace: puro ó averiado, rico en concordancias cervantescas ó bizkaínas ella se lo embute á las criaturas, desentendiéndose en absoluto, del habla materna. ¡Cuán hermoso título de gloria se ha perdido! ¡enseñar el castellano, sin detrimento del baskuenze! ¡hermanar la obligación y el patriotismo! De los demás pueblos me faltan noticias particulares; pero no hay razón para suponer un estado de cosas mejor.
¿Por qué desaparece el baskuenze en el valle de Sarasaitzu? Poner la mano en esta llaga equivale á palpar el cáncer que está corroyendo á todo el país basko de la península, puesto que no se presenta allí con ningún signo de dolencia particular.
De cuantas causas pueden producir la desaparición de un idioma cualquiera, son capitales las siguientes:
a) Invasión de numerosas gentes extrañas, más fuertes ó cultas que las invadidas, á quienes aquellas imponen, por influencia cultural y política, y á veces, por la fuerza, su idioma propio. No es éste el caso de Sarasaitzu; el valle ha estado siempre bajo el dominio de sus habitantes originarios ó antiquísimos.
b) Contacto continuo con gentes extrañas, directamente favorecido por el ejercicio del comercio, la explotación de industrias, la inmigración de veraneantes ó turistas y la facilidad de comunicaciones. Tampoco esta causa, aunque aplicable en alguna parte, nos da la llave buscada. Cierto es que los salacencos se comunican con los baskones desbaskonizados de la Ribera; pero esta comunicación, ni por lo intensa ni por lo continua, puede compararse á la que se halla establecida entre los habitantes de San Sebastián y San Juan de Luz p. ej. (los cuales, singularmente los de esta última población, continúan siendo baskos) y los elementos forasteros que á ellas concurren. ¿Por qué el baserritar de Ulía, Loyola, Igueldo, Lugariz no dejó aún de ser basko y está dejando de serlo el bordari y el labrador de los apartadísimos montes salacencos? Anotemos al paso, la chica influencia que sobre el mantenimiento del baskuenze ejerce el aislamiento del territorio. El valle de Baztan, p. ej., situado en una arteria de la comunicación nacional é internacional, siempre muy frecuentada, perdura en su baskismo y se destiñó de él hace muchísimos años el valle de Goñi, que es uno de los parajes más apartados incomunicables y á tras mano que existen en Nabarra: ¡como que aun hoy mismo carece de carreteras! Así es que para visitar á Goñi se necesita deliberado propósito, como el que tuvo el diablo cuando se fué á tentar á don Teodosio; ¿habría dejado entonces ocultos entre los bosques, algunos gérmenes de exotismo, para que con ellos se desfigurasen, corriendo el tiempo, los honrados montañeses de allí? Algunos amigos míos me señalan, como causante de la decadencia baska de Sarasaitzu, el influjo social de la brigada de carabineros, que vive de pupilo en las aldeas y propaga el castellano. A poco hemos venido a parar, válgame Dios, si como es creíble semejante causa produce efectos. ¡Los menos transformando á los más! ¿Pues qué, no hay gendarmes y aduaneros en las aldeas confinantes de la Baja Nabarra y éstas no cesan de ser baskas por eso? Conocíamos la hejemonía de Esparta, la de Atenas, la de Roma..... ahora nos toca conocer la del rayadillo!.
c) La ventaja que en la lucha de las lenguas confiere á una de ellas el apoyo oficial. El estado español comete el delito contra el derecho y la historia, de favorecer á una sola en detrimento de todos los idiomas peninsulares. El castellano disfruta de una posición privilegiada y única que ningún espíritu justiciero se avendrá á aplaudir. Algo, bastante acaso, influye este odioso privilegio sobre la desbaskonización del país. Pero no prosperaría ni produciría efectos permanentes si el país mismo no le prestase el calor de su complicidad. También en Cataluña el castellano se apoderó en provecho exclusivo de la escuela; no obstante, los catalanes mantienen el catalán. Los Ayuntamientos, los padres de familia, las Juntas locales de instrucción en Baskonia toleran, con estolidez borreguna, el uso del anillo que debiera traer aparejado, á no estar la sangre baska corrompida, el pasaporte, la destitución del tiranuelo maestro. Los niños no encuentran en su familia el debido ambiente de resistencia, y ellos, que no pecan de encogidos, soportan inertemente el afrentoso sambenito. Hace unos días el Gipuzkoarra reprodujo un capítulo de mi novela Blancos y Negros donde pinté una escena escolar de mis montañas nabarras; todo es cierto en ella, hasta el nombre del maestro. Transportaos á otros países, y los novelistas podrán escribir, no una página vergonzosa como es la mía, sino una página de gloria, cual la trazada por el gran novelista polaco Wladyslaw Reymont. Oidlas, señores, que bien vale la pena. Se rotula «En una escuela prusiana» «El maestro, después de santiguarse comienza á recitar la oración dominical en tudesco: «Vater unser der du bist...» Diez veces el hombrón rojo y coloradote pronuncia esas primeras palabras; ninguna voz infantil las repite. Enfádase, vocea, amenaza... sermón perdido. Obliga á los niños a comparecer individualmente delante de la plataforma, para castigar la desobediencia de ellos. Se adelantan denodadamente al sonar su nombre, reconfortados por una exaltación alegre, murmurando en voz baja, en la lengua nativa, la plegaria que se negarán á articular en el idioma forastero. Finalmente, el hombre cansado de la lucha, les ordena que permanezcan en sus puestos.» Jadeante apoyó los brazos en el pupitre; su mirada rencorosa recorrió las caras testarudas, jaspeadas de rayos azules ó manchadas de sangre. Pero antes de que hubiera acabado de apaciguarse, he aquí que en el último banco, se levantó una chicuela de siete ú ocho años, rojos los labios, azul celeste los ojos, con las trencitas de lino al rededor de la frente; y he aquí que grave y medrosa á la vez, se acercó á la plataforma, y alargando tímidamente ora una, ora otra de sus manecitas, murmuró lloriqueando: «Señor, aun no me habéis á mi pegado.» Los niños baskos no hacen lo de los niños polacos, porque detrás de ellos no están los padres polacos, sino los padres baskos!
Las tres causas por mí enumeradas arriba, y otras que omito, son causas externas, coadyuvantes, pero no eficientes, de la catástrofe, á modo de esos microbios que únicamente infeccionan al organismo disminuido de sus medios naturales de resistencia y reacción. Faltan el nervio, la vitalidad, nombrémosle con su nombre propio, el patriotismo basko. Volviendo á nuestro valle de Sarasaitzu, diré que el baskuenze se extingue de una manera inconsciente, involuntaria, por dejadez, á la buena, digo mal, á la mala de Dios. Ciertamente contribuyen á ello los viajes á la Ribera, las escuelas, los carabineros, los curas que no predican ni enseñan el catecismo en uskara; pero si el espíritu basko reinase y dominase allá como hace doscientos años, maestros y curas y carabineros habrían de amoldarse á él y adaptarse por virtud de la regla universalmente admitida: «quien va á tierra extraña ó aprende la lengua ó se calla.»
No creáis, señores, que voy á romper en improperios contra el valle de Sarasaitzu y otros países que le precedieron y acompañan en su lamentable degeneración. Nadie ha cuidado de convertir su baskismo inconsciente, puramente natural, en baskismo consciente y voluntario, capaz de resistir y sobreponerse á las causas externas que le habían de socavar y corroer. Faltaron allí, como en otros muchos puntos de nuestra tierra. autoridades sociales empapadas de un patriotismo vivo, culto, sabedor de la altísima significación que en la caída de un pueblo posee su idioma. El pobre pueblo sin guías ni lazarillos, perturbado por las sugestiones del ambiente, tropezó y cayó al suelo. La única clase social (digo clase, no individuos) que en Nabarra podía haber mantenido la grande y sana tradición de! baskuenze, se desentendió de ella, enfrascada en otro linaje de resistencias, no incompatibles, de suyo, con ésta á que me refiero. Os parece que se le podrán aplicar, sin injusticia, las palabras de la Sulamita: «hiciéronme guarda de viñas, y mi viña, que era mía, no guardé?»
Yo deseo que estas quejas no sean una lamentación estéril. Puesto que en Sarasaitzu el baskuenze se muere, pero no ha muerto todavía; puesto que aún el mayor número de sus habitantes le habla y le entiende, y los que nó, son de una edad tierna que con facilidad cosecha los frutos de la enseñanza y del ejemplo, propongo á EUSKAL-ESNALEA tome á pechos, una labor de restauración y reconstrucción baskónica en el valle, tan digna de su instituto, adoptando, por de pronto, y sin perjuicio de otros, los siguientes acuerdos:
1.° Constituir con las personas amantes de las tradiciones de su valle, una delegación de EUSKAL-ESNALEA en Sarasaitzu, facultándola para disminuir la cuota ó suprimirla, según los casos, mirando á que el número de socios sea lo más alto posible.
2.° Estudiar la manera de celebrar un batzarre de propaganda en el valle.
3.° Procurar que todos los señores curas enseñen el catecismo en uskara y prediquen en dicha lengua, en la cual asimismo habrán de efectuarse los ejercicios de misión.
4.° Crear una serie de premios distribuibles entre los niños del valle que hablen ó aprendan el uskara. Con este objeto se solicitará la ayuda de la Excma. Diputación de Nabarra.
5.° Gestionar que en la escuela de párvulos de Ochagabia se enseñe conjuntamente con el castellano, el uskara.
Estas medidas me ocurren de primera intención, y os ruego, señores, las mejoréis y completéis con vuestra iniciativa. Mediante ellas y la cooperación que, espero, no habrán de negarnos los buenos patricios de Sarasaitzu, de ese valle que es uno de los sillares fundamentales del glorioso Reino pireinaico, alcanzaremos nuestro noble objeto, y evitaremos se nos afrente algún día, diciéndonos: «los pueblos cultos conservan su idioma, los salvajes lo pierden.»
ARTURO CAMPIÓN.